“La fugacidad de las estrellas”
El mundo se desliza dulcemente bajo un manto turquesa, dando giros y piruetas. Pero nadie se percata de este suave movimiento, es imperceptible para el alma, sin embargo existe. Es algo que sucede. El manto lo envuelve con sus astros y estrellas, el mundo se confunde y se va soltando. Entregándose a la caricia que le dan. Pero, como siempre, nadie se da cuenta de su felicidad.
Así sucede la vida, marcada por miles de momentos, acciones, caricias que nos conmueven el alma, que se convierten en algo más que una mera mirada, que deja de lado el convencionalismo superficial. Pero nadie se percata. Terminamos perdidos en un océano, mirando la amabilidad con la que la soledad nos abraza. ¿Y para que? Nos preguntamos. Si al final vamos a terminar tirados, masticando las gloriosas nostalgias del pasado. ¿Para que esas caricias, esas miradas, esos besos que para uno han sido el mundo, pero para el resto no es más que la costumbre? Entonces si la vida pierde significado, por que se la racionaliza en ciclos, periodos y tantas otras cosas más, quitándole todo significado espiritual, sacando todo asombro. Entonces la vida no es mas que un circulo que termina donde comenzó. En una cama.
Es así que el mundo deslizándose sobre el vació, y las personas que vivimos en él, pendiendo sobre la superficie que lógicamente no lo soporta, pero sobre la cual se desliza. Vivimos mirando, sin admirarnos de absolutamente nada de los que nos rodea. Por lo tanto en una plaza una pareja es exactamente lo mismo que tomar un colectivo. La unión de dos almas a través de la fisiología de darse un beso, es meramente un acto cotidiano, y hasta burdo, del ser humano.
Como lograr que una sociedad se sensibilice, si esta escépticamente preparada para aceptar todo como un hecho de la vida. Ya nadie batalla contra al monotonía, contra la cotidianeidad. Nadie se embarca en la búsqueda de lo nuevo, para volver del viaje dándose cuenta que lo nuevo es descubrir cada momento, cada sensación. Pero estamos herméticamente cerrados. No nos encontramos en nosotros mismos, por que tampoco nos buscamos. No sentimos, por que para ello se requiere paciencia e identificar la emoción que surge de la conexión entre neuronas.
Vamos, eso sí, en la búsqueda de respuestas inmediatas, de placeres instantáneos. Por eso es que se busca la eyaculación y el placer orgásmico, antes que el dulce y paciente contacto de la piel, el roce amoroso que llenaría el alma durante el acto.
Nos estamos quedando perdidos en este mundo que se desliza en el manto turquesa, buscando la caricia de alguna estrella fugaz que pasa y se deshace antes de tocarlo. Parece ser una jungla esta vida, una ruina perdida en un océano de personas que no se encuentran. Todo, tan solo, por que no se buscan.