viernes, 26 de septiembre de 2008

Las hojas otoñales

Me gusta pisar las hojas otoñales,
Que crujan bajos mis pies,
Escuchar su rugosa fragilidad.

Ver pasar los amaneceres,
Encontrarte en algún lugar.
Dos miradas me bastan para dejar de respirar.

No seremos los mismos después de un tiempo,
No sentiremos lo que hoy se siente
Cuando el tiempo ataque y nos devaste.

Pero no tengo miedo de decirte,
Entre plazas, entre pastos y soles.
Entre lo que deberíamos decirnos.

No, no tengo miedo de mirarte
Y prometerte, aseverarte,
La unicidad de este instante.

Tal vez no es el momento perfecto
Tal vez no clarea la aurora,
Todo siempre será un tal vez.

Pero entre las hojas, entre los otoños
Entre las estaciones y los años.
Siempre, siempre me quedara impregnada
Tu presencia.

Me gusta pisar las hojas otoñales,
Que crujan bajos mis pies,
Escuchar su rugosa fragilidad.


Ahí entonces, el mundo parece fácil
Y se resuelve solo.
Ahí, en ese crujido, no hay tiempo, ni lugares.
En ese crujido, no hay separaciones.



A veces todo parece tan efímero, tan superfluo, tan cercano ala nada. Es como una sensación de desasosiego que me somete a las nauseas de estar parado en un lugar, que sinceramente, es una mierda. Entonces hundido en esa sensación tan molesta y ala vez frustrante, de algún lado salen fuerzas. Yo creo que las tomo prestadas, no las genero para nada, solo surgen de un lugar que no es mi interior. Eso es claro. 
Cuando todo me parece una cagada, cuando todo me parece que no me llega ni me toca. Cuando me siento que alrededor mío pasa la vida y todo lo que parece para otro significar ella, para mi no es nada mas que arena escurriéndose lenta, melancólica e inútilmente por lo dedos. Es como la sensación de estar parado en el abismo, no saber para donde ir y al mismo tiempo todas las direcciones son las mismas opciones, todo oscuro y vació. Pero esa sensación después se mezcla con la rutina y la monotonía hace mas leve la sensación. No se me pasa la nauseas de un mundo superficial y vació para mi, o de una vida sin un objetivo que pese, pero se hace mas leve o se confunde. Es como si tapara un ruido muy molesto con el volumen de la música, con la tele, con el ruido de la calle. Todo eso logra placar al final esa sensación de estar donde no sirvo, o simplemente donde no tengo que estar.
Es un poco pesimista, pero ese sabor amargo te carcome la cabeza...entonces es volverte loco o...o intentar hacer algo, mínimo, ínfimo, hasta por ahí insignificante, pero algo que haga mas llevadera la carga de saberme que puedo hacer algo mas de lo que realmente estoy haciendo. 
Pero como decía, entre la que podríamos denominar "desolación de la incapacidad", aparecen las fuerzas por hacer algo. Es viendo una foto, cerrando los ojos y sintiendo ese olor a polvo, a humo, a tierra, sintiendo el aroma del pueblo. Escapando del ruido de los motores, alejándome por un segundo en que mi mente me traslada y aparecer allá. Allá donde siempre viajamos. Allá donde entrar por esa puerta es sentir un abrazó cálido, una misión, o por lo menos algo en donde uno se siente que la vida no es una pantalla, donde no nos agobia al rutina de estudiar frases y frases. Donde uno por fin se puede confundir entre la gente, entre le sudor, entre las risas y las lagrimas. Donde se puede meter las manos en el barro y trabajar, a la par, con amigos. Con cariño.
Gracias a esto es que uno después le encuentra la vuelta a la vida, por lo menos yo. Es como que después de eso yo ya no vivo en un cuarto piso y me sirvo sprite, ese que se sienta a comer viendo la tele para no estar tan solo mientras almuerza, ese no soy yo. Eso es lo que el destino me obliga a cumplir la mayoría del tiempo que tengo en el año, en al vida. EL verdadero yo es ese que se escapa dos semanas y se encuentra en un pueblo con gente que muestra que la vida es otra cosa. No me pregunten que es, pero otra cosa. Donde las pautas de convivencia son otras, donde es diferente le mecanismo. Donde uno se siente mas humano, despojado de todas pertenencias tan mecánicas que nos ahogan el alma. No se como explicar al sensación...pero es parecida a esa sensación que se tiene cuando uno abre los brazos, cierra los ojos y hay una ráfaga de viento que nos recorre. Donde se siente que se tiene ala y se remonta al cielo, donde te sentís libres. EL sol a un costado acompañándote en ese instante en que vas al rededor del mundo y esa libertad viene acompañada de la felicidad. Es tan solo un instante, pero después en la memoria es una eternidad. Es esa sensación la que me lleva una y otra vez con esa gente que cada segundo que pasa espero volver a ver. 
Es por eso, que para huir de esa desolación, vuelvo todo mi esfuerzo en actividades un poco absurdas, hasta criticables, pero cuando siento que no tengo ganas, que no puedo mas, que no me interesa cierro los ojos y los veo a ellos. O encuentro una foto por casualidad en algún lado y ahí es cuando surge la fuerza, fuerza que no es mía, pero me prestan. No creo que sea transmisible la sensación pero por lo menos es compartible la experiencia. 
¿A quien no le gusta cerrar los ojos y elevarse en el viento con los brazos abiertos?, ese momento de libertad y de felicidad es el que me empuja a esas sonrisas que me esperan.

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